Lo primero de todo es que, antes de censurar algo, hay que tener en cuenta a quién va dirigido, cuál es su público y por qué se emite. Por ejemplo, los niños no tendrían que ver series de tiroteos o de asesinatos, que suelen ser agresivas, porque al ser pequeños se fijan en los comportamientos de los personajes y tienden a copiarlos, pero, en cambio, las ven porque están a su alcance o mismamente, porque así se sienten “más mayores”.
Ante esto, los padres deben permanecer muy atentos ya que
algunos no son conscientes de qué ven o no sus hijos en las plataformas de pago
como Netflix, HBO, etc, o en sus propios dispositivos electrónicos.
Al igual que para los menores de edad, creo que hay contenidos que deberían de estar limitados, que no censurados, para los adultos. Los spots televisivos de juegos online y el cine porno pueden llegar a causar adicción y perjudicar a la salud. El adulto, como individuo supuestamente responsable, debe de hacer un uso controlado de ambos ejemplos.
Por lo tanto, como en nuestra sociedad hay libertad de expresión,
es necesario vigilar tanto en niños como en adultos el abuso excesivo de consumo
en ciertos contenidos. Aprovechemos que ya no hay censura y seamos coherentes con
el tiempo que empleamos en este tipo de “actividades”.
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