miércoles, 18 de mayo de 2022
Crítica a la clase de Filosofía.
La Filosofía era una asignatura desconocida para mí. A primera vista pensaba que se ceñía a aprenderse unos apuntes y luego soltarlos en el examen, como en la mayoría de las asignaturas, pero realmente no es así.
Para
empezar, la forma de impartir la clase no es solo dar una charla e irte. Desde
el primer día, la llamada de atención hacia esta asignatura me resulta muy peculiar;
lo que en un principio parecía un momento gracioso, a lo largo del curso te
hace reflexionar sobre lo que el profesor busca de ti, que no es otra cosa que querer
a la Filosofía tanto como él la quiere, haciendo cada jornada totalmente
distinta a la anterior y a la vez única.
Por
otra parte, la facilidad con la que él explica es contradictoria con lo difícil
que me resulta plasmarlo en un papel, aunque dispongo de muchas oportunidades
para demostrar que comprendo los conocimientos que adquiero gracias a la Filosofía.
La
Filosofía te enseña a crear un pensamiento crítico y personal ante cualquier situación,
pero paradójicamente, cuando hay que reflejar las ideas en un examen, me nacen
muchísimas dudas porque cuesta responder a ese pensamiento crítico sin desviarte
a tu propia opinión. Y esa propia opinión me provoca otra duda, ¿será válido mi
razonamiento ante esa circunstancia?
Por
otro lado, la teoría propiamente dicha de la asignatura es la forma de razonar
de cada autor. Es evidente que cada uno de ellos ha vivido en un momento de la
historia y en una realidad con su entorno completamente distintas. Algunos para
mi opinión parecen un tanto enrevesados y yo me cuestiono, ¿tanto tiempo había
y qué tipo de vida tendrían como para, a mi entender, complicarse tanto la vida
con preguntas tortuosas?
Para
finalizar, he de admitir que es una clase en la que no paro de reírme ni
aprender sobre distintos ámbitos, no solo de la asignatura propiamente dicha,
sino de cultura, en general.
¿EXISTE UNA FELICIDAD VERDADERA Y UNA FELICIDAD FALSA?
El concepto de felicidad es muy amplio, pero buscando más a fondo me doy cuenta de que lo que nosotros entendemos como felicidad no es realmente lo que se piensa.
Si
nos molestamos en mirar en el diccionario, encontramos la siguiente acepción: “Estado de grata satisfacción espiritual y física.”
A
partir del anterior significado, me da la sensación de que sí, existe una
felicidad verdadera y una falsa, pero ¿por qué y cómo podemos distinguirlo? Muy
fácil, la felicidad falsa es aquella en la que tú no eres el 100%, es decir, en
la que tú estás actuando o “poniéndote una máscara de las emociones” para que
el resto no vea que no estás bien o te encuentras incómodo. El caso más significativo
es cuando publicamos una foto en redes sociales. No siempre nuestra primera percepción es lo
que de verdad está ocurriendo en ese mismo momento, ya que no nos encontramos
cara a cara con la persona que aparece en la imagen.
Esto
no significa que estemos los seres humanos todo el rato fingiendo, pero sí que
lo estamos gran parte del tiempo para ocultar nuestras emociones y no parecer ‘débiles’
ante otras personas.
Por
otro lado, tenemos la felicidad verdadera que es básicamente la que menos prima
en el ser humano. Esta se enriquece de los momentos que vivimos tanto con nuestra familia de sangre como con la familia que elegimos (amigos, pareja…) Esos ratos
en los que nos relacionamos, interactuamos o, mismamente debatimos y charlamos
son nuestra felicidad, porque nuestro entorno nos hace sentirnos queridos.
Con estos dos puntos de vista finalizo esta publicación.
Espero que a raíz de mis
explicaciones te haga reflexionar sobre el tema.
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